El "Parkinson" de Rafael Guiñez

Por las calles de Santiago y de todas las ciudades de Chile, siempre tenemos a algun personaje icónico que vive en situación de calle y que, en algún momento de su existencia, estuvo en la cúspide social de manera profesional, y de la nada se enfrentaron a un deterioro mental del cual no pudieron escapar: El divino anticristo, el muchacho que bailaba en Estación Central, entre muchos que hemos conocido, fueron en su momento mentes brillantes, personas sanas, con una situación decente para los tiempos que corren y, sin embargo, sus mentes comenzaron a capotar por razones que inclusive en la actualidad no tienen mucha validez. Y el claro ejemplo de ello, llevado a la música, es Rafael Guiñez, que quizas no te suene de nombre pero, con esta canción de los Parkinson y el sonido de su incomparable violín, quizás te des por enterado.

La historia de Parkinson -ya iremos con Rafael, guarden ansias- es la clásica de todas las bandas en Chile: se agrupan, hacen música, se presentan en algún pub o tocata a beneficio esperando el milagro, buscan poder grabar un disco, no hay dinero para financiarlo, y con ello, el adiós de lo que pudo ser una buena banda (o mala, dependiendo del oido crítico). Esta banda se conforma con varios retazos de otras bandas que comenzaban a desmoronarse al entrar la democracia: el auge de los 80 a nivel local -en especial el contestatario- comenzó a desaparecer con la llegada de la democracia, el ingreso de nuevos y pegadizos rítmos y, además, porque para comienzos de los 90 el chileno promedio estaba más pendiente de la balada pop que del rock; si hasta Alvaro Scaramelli, fundador de 

Cinema, hizo carrera solista/baladista/pop con el mote de "yeta", pero eso quedará para otro escrito. 

La banda entonces conformada por los ex "Pinochet Boys" Daniel Puente y Miguel Conejeros, se aliaron con Rodrigo Hidalgo y uniéndose tiempo después Rodrigo Elizalde y Juan José Gallardo pero, con el tiempo, Daniel Puente se va de la banda convencido por su pareja y partiendo a Alemania. Pero la banda no se deshace. Se autofinanció entonces un disco en el estudio de Carlos Cabezas ubicado en calle Domeyko. Ahi nace "anaranjado" con unas mil copias en cassette y que cuenta con una curiosidad: toda la banda canta las partes del vocalista que se fue, casi como una humorada. Pero se notaba la falta de un vocalista de verdad y es aquí donde entra Miguel Hiza, artista visual nacido en Talca, y procursor de los dos éxitos más relevantes de la banda que son "Por el Vino" y "Papel Floreado". 

"De Rey a Mendigo", en el año 1992, y "Pecho al Futuro" al año siguiente, fueron una de las pocas bandas que comenzaron a girar en cuanto festival regional hubiera en Chile, y era que no; su éxito con "Por el vino" fue la patada que los catapultó al éxito y EMI había creido en ellos desde el principio esperando con ansias el rédito de esta inversión que, simplemente no pegó mucho. Hay varias razónes: Chile no estaba preparado para este tipo de bandas, el público que escuchaba las radios en ese tiempo estaba concentrado ya en los nuevos rítmos y las disqueras extranjeras comenzaban a poner el billete en la mesa de las radios para poder hacer escuchar las canciones de sus "protegidos", en su mayoría, artistas anglos que -si señora, si señor- ni siquiera sabían que existía Chile. El trasfondo, en entrevistas, también es por un asunto netamente artístico y también por una contradicción del mismo sello con la banda: ¿porqué si somos tan buenos, no estamos sonando en ningún lado?.

El año 1995 se oficializa el fin de la banda y con ello el inicio de trabajos en paralelo de todos los músicos que se encontraban en ella; hasta demandas por el uso del nombre de la banda comenzaron a aparecer, con los derechos del autor, con los derechos del nombre, que yo hice esto, que yo hice esto otro, que porqué no me pagan y así y así. Solo uno de este grupo, participante anexo por lo demás, con su viola y también con conocimiento de bajo, estaba total y absolutamente desconectado de la realidad. Ya tenía sus propios problemas desde hace mucho y la música era probablemente lo único que le hacía olvidar su condición mental. Y es aquí donde entra Rafael Guiñez.

Guiñez, musico docto, desde los 5 años integró el Conservatorio para luego pasar a ser primera viola en la Orquesta Sinfónica de Chile y también ser primera viola en la Orquesta Filarmónica de Sudáfrica. Sin embargo, su talento iba más allá de partituras e interpretaciones y, supongo, que iba por más. Es entonces que decide prestar colaboraciones a varias bandas en los años 80 y comienzos de los 90, entre ellas a Parkinson. Sin embargo, algo dentro de su mente no estaba bien: a veces tenía ataques de ira, palabras inconexas, y su personalidad un tanto extrovertida, más que ayudar al grupo que le pedía de sus servicios, a veces se transformaba en una tortura. El mismo dijo que le gustaba el perfeccionismo y quizás por ello lo respetaban, pero hasta cierto punto. Con una esquizofrenia detectada, junto con un cuadro depresivo severo, fue internado en varias oportunidades en varios centros psiquiatricos de los cuales escapaba. No tenía dinero, más bien tocaba en las micros con lo que él decia "mi chequera", refiriéndose a su instrumento musical, y -según un reportaje que se le hizo en el Diario La Nación- gustaba de un completito y un fanshop, y a veces si la cosa estaba buena, un pitito. Se reconoció como "crónico", mencionando que "por más que tome 18 pastillas" la enfermedad terminaba ganando, pero su talento creativo no disminuyó. Es más, integró a las filas de una banda llamada "Los Trompos" junto a Barraco Parra y Felipe Gutierrez. Más aún con esta conformación, a Rafael se le arrancaban las palomas a la catedral y había días que no se sabía nada de él; en una ocasión, relata Gutierrez, lo encontraron en el Hogar de Cristo con las manos llenas de llagas. Dentro de la misma explica que le encanta su libertad y que por más que haya recibido 6 electroshock su forma de vida y felicidad no cambiarán por nada. 

Sin embargo, por una peritonitis mal cuidada y en una casa okupa, Rafael Guiñez terminó muriendo. La última presentación que tuvo con su banda fue en marzo de 2007, desapareciendo como siempre acostumbraba y sin dejar rastros de su presencia. Su muerte, oficializada el 20 de diciembre, causó una profunda pena, en especial entre quienes solicitaron su colaboración. Y es por ello también que en una ceremonia íntima, sus restos fueron sepultados en el Cementerio General al día siguiente. Quizás que pasaba por su cabeza, lo que si sabemos es que era un genio mal comprendido, perfeccionista como lo dijimos anteriormente, y precursor de varias formaciones en donde saliéndo de lo docto, lo ordenado y correcto, se metió en el gallinero local del rock a tratar de darle orden y, al ver que no podía, se sumó a esta "regia orquesta" llena de cervecita, vino, y papel floreado.

Donde quiera que circules, Rafael, un vinito en su honor para quedarnos sin penas.